EL TRIUNFO DEL CRISTIANISMO A LA CRISIS
DE LA SEGUNDA ESCOLÁSTICA
I.
La educación
cristiana primitiva y la patrística
1. La “buena nueva”
La “buena nueva” del cristianismo se
propagó velozmente en la segunda mitad del siglo I, alcanzando a Grecia y Roma.
Los hombres carentes de un centro firme para los valores morales, se habían
quedado, por así decirlo, solos con su destino individual y se debatían en el
ansia de darle un valor y un significado. El cristianismo resultó ser la tabla
de salvación que consistía en anunciar a los hombres de buena voluntad,
independientemente de la raza o la clase social, el reino de Dios, o sea una renovación merced a la cual se
establecerán en el mundo la justicia, y el amor. Se trata de una renovación
íntima y espiritual, que deberá verificarse gradualmente en la conciencia de
los hombres a medida que éstos rompan las ataduras terrestres para crearse
otras basadas en el amor. Dios, más que el Señor, es el Padre de
todos los hombres y el amor se convierte en el vínculo fundamental de la
comunidad cristiana. El cristianismo es un renacer del hombre que muere para la
vida de la carne y revive en el espíritu, es decir, en la verdad, la justicia y
el amor. El cristianismo paulino marca el momento de la identificación del
reino de Dios anunciado por Cristo con la comunidad cristiana o Iglesia, tal
cual había venido constituyéndose históricamente como resultado de la
revelación cristiana.
2. La educación del
cristiano
La “buena nueva”
trajo consigo un nuevo ideal
pedagógico: la formación del hombre nuevo y espiritual, miembro del
reino de Dios. Los evangelios con sus parábolas e imágenes y los
preceptos llenos de una simplicidad lineal eran elementos de una
pedagogía nueva, ausente de intelectualismos. Posteriormente se
confió la educación de los catecúmenos (candidatos al bautismo) a
sacerdotes especialmente preparados. Por muchos siglos, el cristianismo no se
ocupó de la instrucción común, sólo la religiosa, dejando
en manos de los paganos la organización escolar. Sin embargo, hay que señalar que en los
lugares donde no había escuelas y cultura literaria, el cristianismo las
promovía. Así los misioneros de la fe, también fueron de una cultura de
carácter cristiano-helenístico.
3. La patrística: Primer
periodo
El cristianismo para
defenderse de los ataques y las herejías, tuvo que organizarse en un sistema de doctrina y se presentó
a sí mismo como la verdad que la filosofía griega había encontrado sólo a
medias. Identificó en este primer periodo filosofía y religión. La filosofía cristiana nace en el siglo II
con los Padres Apologetas (defensores de ataques y acusaciones). El principal
Padre apologeta fue Justino que
nació en Palestina y residió en Roma. Otros Padres como Irineo e Hipólito polemizan contra las sectas de
gnósticos.
4. La patrística en los
siglos III y IV
Este periodo se extiende desde el 200 al 450 aproximadamente.
Se consolida la doctrina cristiana bajo una base lógica sólida. Contribuye la escuela de Alejandría fundada
por Panteno en el 180 convirtiéndose en academia cristiana. También la escuela
de Cesárea en Palestina fundada por Orígenes y que llegó a ser la sede de
biblioteca más rica en toda la antigüedad cristiana.
5. La educación en el
periodo patrístico
Los padres orientales
aprovecharon la educación clásica y la integraron a la educación cristiana. Los
padres latinos se oponían a toda clase de enseñanza pagana. La
cultura medieval se concentró específicamente en los aspectos espirituales negando en
la educación todo aquello que pudiera distraer la atención de la meditación
interior y empezar a preocuparse por lo externo, corpóreo o terreno. La obra de Marciano Capella Las
Bodas de Mercurio y la Filosofía fue utilizada como texto de la instrucción
medieval reduciendo las artes liberales a siete, eliminando medicina y arquitectura
por ser elementos terrenos y corpóreos. En la lógica se adoptaron los textos de
Severino Boecio rescatando la lógica aristotélica y estoica. En el
siglo VII comienza el periodo más oscuro de la historia medieval. Isidoro de
Sevilla compone una serie de obras para las escuelas monásticas y episcopales
tituladas Etimologías y Orígenes, una especie de enciclopedia de veinte libros
donde esta condensado todo el saber del tiempo.
II.
San Agustín
San Agustín abordará los tres problemas de modo absolutamente nuevo y
original, habiendo intuido la inanidad de tratarlos en forma puramente
conceptual y la necesidad de poner al descubierto su verdadero significado
sondeando ante todo las honduras de nuestra conciencia.
Al empezar los Soliloquios, una de sus
primeras obras, San Agustín declara: “Quiero saber de Dios y del alma”. Al
mundo de la naturaleza San Agustín volvió la atención sólo ocasionalmente
y a propósito de los problemas concernientes a la naturaleza de Dios y del
Alma.
El hombre no podría dudar si no tuviese
en sí la verdad, que la duda misma le revela y confirma. Y la verdad es Dios.
Dice San Agustín: somos hombres,
creados a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto podemos amar la verdadera
Eternidad, la eterna Verdad, el eterno y verdadero amor.
San Agustín aborda los problemas del
mundo natural a propósito de la creación. En cuanto es el ser, Dios es el
fundamento de todo lo que es.
Y las cosas naturales, precisamente por
haberlas querido Dios así como son, son todas buenas de por sí, todas ellas
ostentan en sí una cierta huella divina y todas son Ser, Conocer y Querer como
nosotros mismos, pero con un diverso y a menudo mínimo grado de claridad.
Desde cierto punto de vista, la
filosofía entera de San Agustín es una filosofía educativa. Dudar y resolver
dudas, iluminar la fe con la razón y la razón con la fe, haciendo hablar al que
San Agustín llama el “Maestro interior”, es decir, la Verdad misma que es Dios,
es ya un proceso de formación humana y por lo tanto de educación en el
significado más amplio y profundo del término.
El escrito de San Agustín titulado El
Maestro parte de este concepto. El saber no pasa del maestro al discípulo como
si este aprendiera lo que antes ignoraba; la verdad se halla presente por igual
tanto en el alma del discípulo como en la del maestro; la palabra de éste no
hace más que volverla explícita, hacer que resuene con mayor claridad.
III.
La educación en la edad media y la alta Escolástica
Esta obra de reconstrucción cultural
fue realizada casi exclusivamente por el clero. Los siglos VI y VII poco
o nada habían dejado subsistir de las instituciones escolásticas.
Se construyeron escuelas en las
instituciones religiosas, formaron escuelas monásticas, parroquiales y
catedráticas. Por otra parte, la escasez de maestros y lo difícil
que era recibir una preparación adecuada, hacían que a menudo en
esas escuelas el profesor supiera muy poco más que sus alumnos.
La sociedad feudal se funda en las
relaciones de fidelidad entre señor y vasallo, vasallo y valvasor, valvasor y
valvasino.
Los feudatarios representan la fuerza
militar de la sociedad y muy pronto constituyen sin más la única forma de
organización política. El feudatario ejerce también la justicia y en general no
tolera autoridades extrañas sobre sus tierras.
El mundo feudal no conoce otros
derechos que los de la fuerza y la estirpe, corroborando este último por la
tendencia a transmitir los feudos de padre a hijo.
La educación caballeresca no requiere
conocimientos literarios, ni siquiera el aprendizaje del alfabeto y supone una
severa disciplina moral, gentileza de modales y sentimientos refinados capaces
de apreciar los valores religiosos.
En cuanto a las universidades tuvieron
todas las facultades, que en aquel entonces correspondían a las artes
liberales, o sea, derecho, medicina y teología.
Las vicisitudes de la Universidad de
París son características del proceso por el cual las universidades adquirieron
los privilegios que las defendían contra la intromisión de las autoridades.
A fines del siglo xv se contaban en
Europa más de 75 Universidades. Por muchos siglos fueron el solo crisol tanto
de la actividad científica como de la actividad intelectual en general, que
sólo la época muy reciente, y por efecto de la revolución industrial, ha
empezado a desenvolverse fuera de la vida universitaria.
Juan Escoto Erigena, fue
mucho más que un simple divulgador de teorías neoplátonico-cristuanas. Mucho
más que la separación entre Dios y el mundo, hace hincapié en si intima
correlación.
Los dialecticos confían en la razón
para entender la verdad de la fe; los antidialécticos apelan a la autoridad de
los santos y profetas limitando, la tarea de la filosofía a la defensa de las
doctrinas reveladas.
San Anselmo replicó (en su Liber
apologeticus) que para demostrar la posibilidad de pensar en Dios basta la fe
de que tanto él como Gaunilón están dotados. Y si se puede pensar en Dios, se
debe considerarlo necesariamente existente, pues no es posible negar que sea
mayor cosa de todas. San Anselmo dice, que el pensamiento de Dios no es más que
la fe en Dios.
IV.
Nuevos horizontes de la Escolástica en el siglo XX
En general, la escolástica se mantiene
fiel al criterio de la filosofía griega: es verdadero el conocimiento que tiene
por objeto la realidad del ser.
El mayor adversario del nacionalismo de
Abelardo fue Bernardo de Clairvaux, para él la indagación de la filosófica es
inútil; define las discusiones de los filosófos como “locuacidad llena de
viento”, y reduce la más sublime filosofía a “conocer a Jesús y su
crucifixión”. Bernardo es el iniciador de la mística medieval, o sea de aquella
tendencia del pensamiento medieval que tiende a aproximar el hombre a Dios no
ya mediante la especulación filosófica racional (como lo hace la escolástica),
sino mediante el ejercicio de los poderes conferidos directamente al hombre por
las gracias divinas.
V.
Las culturas Árabe y judía
Los árabes, conquistados en el siglo VII Persia, Mesopotamia
y siria, entran en contacto, con el pensamiento griego, contacto que es
indirecto: los textos aristotélicos eran traducidos del griego al siriaco y del
siriaco al árabe. Además, conocieron un Aristóteles ya interpretado y comentado
por los neoplatónicos. En Bagdad surgió un centro importantísimo de estudios
que florecía. La cultura helenístico-cristiana, asimilada por los árabes, a
continuación de la fundación del califato de córdoba, es trasplantada al mundo
latino. Los árabes, inteligentes asimiladores más que originales creadores, se
esfuerzan en conservar el patrimonio de la ciencia antigua. Su interés reside
preferentemente en lo científico y, en efecto, son dos cultivadores de la
medicina los mayores representantes de la filosofía árabe: Avicena y Averroes.
La filosofía árabe puede dividirse en dos grandes sectores: el de oriente y el de occidente. El primero tuvo como centro a Bagdad. Fueron sus representantes más importantes alkindi, alfarabi en el siglo x, y sobre todo, Avicena (980-1037), filósofo, teólogo y médico, autor de la importante obra al-Schefa, una especie de suma de su filosofía, de inspiración aristotélica, también de la llamada metafísica de Avicena que ejerció gran influencia en el medioevo, del canon de la medicina y diferentes trabajos enciclopédicos.
La filosofía árabe puede dividirse en dos grandes sectores: el de oriente y el de occidente. El primero tuvo como centro a Bagdad. Fueron sus representantes más importantes alkindi, alfarabi en el siglo x, y sobre todo, Avicena (980-1037), filósofo, teólogo y médico, autor de la importante obra al-Schefa, una especie de suma de su filosofía, de inspiración aristotélica, también de la llamada metafísica de Avicena que ejerció gran influencia en el medioevo, del canon de la medicina y diferentes trabajos enciclopédicos.
VI.
La polémica
contra el aristotelismo
Las obras físicas y filosóficas de Aristóteles
con los respectivos comentarios de los filósofos árabes y judíos se traducen al
latín a partir del siglo XII y abren un nuevo capítulo de la historia. La
primera reacción es desfavorable. Los intérpretes árabes, cuya doctrina propia
en un principio no se distingue con suficiente rigor de la original del
Estagirita, habían acentuado los aspectos del aristotelismo que lo hacían
aparecer como opuesto a ciertas creencias fundamentales del cristianismo. La
tesis de la necesidad y eternidad del mundo, en particular, común a Avicena y
Averroes, aparecía como contraria a la creencia en la creación y la libertad
misma del hombre. Sólo después de repetidos intentos de acercamiento al
aristotelismo y de vivas reacciones contra él, se llega al equilibrio de la
síntesis tomista, en la que el aristotelismo se concilia a la perfección con el
sistema de los principios cristianos.
VII.
El
tomismo
El tomismo es la filosofía de Santo Tomás de
Aquino. Él integró todas las verdades de Aristóteles y otras verdades
neoplatónicas, junto con los textos de las Sagradas Escrituras, creando una
nueva filosofía teológica del Cristianismo. Esta originalidad de la filosofía
del Ser, inspirada en la fe, con una teología científica, constituyeron la base
fundamental del Tomismo. Tomás de Aquino, nació en Italia, a finales de 1224,
fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de
Predicadores, es el principal representante de la tradición escolástica,
y fundador de la Escuela Tomista de Teología y Filosofía. Es conocido también
como “Doctor Angélico” o “Doctor Común”, es considerado santo por la
Iglesia Católica. Su trabajo más conocido es la “Suma Teológica”, tratado en el
cual pretende exponer de modo ordenado la doctrina católica. Canonizado en
1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las
universidades y centros de estudios católicos en 1880.El Tomismo plantea que la
fe, que cree en la autoridad divina, y la razón que se basa en la demostración,
son diferentes, no deben confundirse; tampoco son contradictorias entre sí,
pues las dos proceden de Dios .El Tomismo tiene su filosofía basada en la
disciplina de la sabiduría, científicamente da respuestas a las certezas
naturales del razonamiento, a los principios del conocimiento humano y al
realismo integral. Es la unificación de la verdad revelada y la fe, la razón
natural y el sentido común. Todo esto sin llegar a ser “la filosofía
cristiana”, ni necesario para ser cristiano, pero sí es importante como
doctrina.
VIII. La escuela Franciscana de Oxford
Rogerio Bacon: Fraile
franciscano, alquimista y místico, experimentador y teólogo, precursor de la
ciencia moderna, su experimentalismo desemboca en misticismo, nació en
Inglaterra entre 1210 y 1214 y murió en 1292; se planteó la elaboración
de una enciclopedia de las ciencias, considerando a la metafísica como la
ciencia que encierra los principio de todas las demás. Consideraba que las
ciencias filosóficas se dividían en matemática, física y moral. La gramática y
la lógica eran partes accidentales de la filosofía. Exaltó la utilidad y el
valor de la ciencia experimental, pero no llegó a poseer ni a poner en
práctica el método experimental. Sostenía que las fuentes de conocimiento son
la razón y la experiencia. La experiencia externa es la fuente de las verdades naturales
y la experiencia interna de las verdades sobrenaturales (vía mística,
conocimiento extático). Atribuyó el máximo valor a la investigación
experimental y a las matemáticas el fundamento y guía de esa investigación.
Juan Duns Escoto: había reconocido en el aristotelismo el ideal de
una rigurosa ciencia demostrativa y por eso se había servido de él como
criterio limitativo y negativo de la investigación escolástica. Destacó la
heterogeneidad entre las ciencias y la teología, dos dominios que la escolástica
se había esforzado por juntar y conciliar armónicamente y que desde él su
escición se ahondó irremediablemente.
Guillermo de Occam: La
gran figura que cierra la escolástica es Guillermo de Occam nacido en 1290 en
Occam Inglaterra y murió en 1348 o 1349. Occam es de un empirismo radical
que desquiciaba desde sus bases el realismo predominante en la escolástica y
sostiene que todo lo que traspasa los límites de la experiencia humana no puede
ser conocido ni demostrado por el hombre. Para Occam las verdades sobrenaturales como los
artículos de fe no pueden ser demostradas, ni se les reconoce ninguna evidencia
ni probabilidad. Aristóteles había negado la infinitud del mundo, Occam poseía
el concepto de infinito que es la base del cálculo infinitesimal de la matemática
moderna y se adelanta a Locke en el siglo XVII al decir que lo que conocemos de
la sustancia son sólo sus cualidades, que se nos manifiestan en la experiencia
sensible. Sobre el concepto de causa se anticipa a Hume, pues insiste en la
diversidad entre causa y efecto y la única ligazón posible entre ellas es la
experiencia. Afirmaba que el poder del papa debía ser ministrativus y no
dominativus, dirigido no a dominar sino a servir a los fieles y a garantizarles
la libertad espiritual que la ley de Cristo vino a perfeccionar. Un papado
rico, autoritario y despótico era para Occam la antítesis del ejemplo de Cristo.
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