domingo, 8 de diciembre de 2013

EL TRIUNFO DEL CRISTIANISMO A LA CRISIS DE LA SEGUNDA ESCOLÁSTICA I. La educación cristiana primitiva y la patrística

EL TRIUNFO DEL CRISTIANISMO A LA CRISIS DE LA SEGUNDA ESCOLÁSTICA
I.              La educación cristiana primitiva y la patrística

1.    La “buena nueva”
La “buena nueva”  del cristianismo se propagó velozmente en la segunda mitad del siglo I, alcanzando a Grecia y Roma. Los hombres carentes de un centro firme para los valores morales, se habían quedado, por así decirlo, solos con su destino individual y se debatían en el ansia de darle un valor y un significado. El cristianismo resultó ser la tabla de salvación que consistía en anunciar a los hombres de buena voluntad, independientemente de la raza o la clase social, el reino de Dios, o sea una renovación merced a la cual se establecerán en el mundo la justicia, y el amor. Se trata de una renovación íntima y espiritual, que deberá verificarse gradualmente en la conciencia de los hombres a medida que éstos rompan las ataduras terrestres para crearse otras basadas en el amor. Dios, más que el Señor, es el  Padre de todos los hombres y el amor se convierte en el vínculo fundamental de la comunidad cristiana. El cristianismo es un renacer del hombre que muere para la vida de la carne y revive en el espíritu, es decir, en la verdad, la justicia y el amor. El cristianismo paulino marca el momento de la identificación del reino de Dios anunciado por Cristo con la comunidad cristiana o Iglesia, tal cual había venido constituyéndose históricamente como resultado de la revelación cristiana.
2.    La educación del cristiano
La “buena nueva” trajo consigo un nuevo ideal pedagógico: la formación del hombre nuevo y espiritual, miembro del reino de Dios. Los evangelios con sus parábolas e imágenes y los preceptos  llenos de una simplicidad lineal eran elementos de una pedagogía nueva, ausente de intelectualismos. Posteriormente  se confió la educación de los catecúmenos (candidatos al bautismo)  a sacerdotes especialmente preparados. Por muchos siglos, el cristianismo no se ocupó  de la instrucción común, sólo la religiosa,  dejando en manos de los paganos  la organización escolar. Sin embargo, hay que señalar que en los lugares donde no había escuelas y cultura literaria, el cristianismo las promovía. Así los misioneros de la fe, también fueron de una cultura de carácter cristiano-helenístico.
3.    La patrística: Primer periodo
El cristianismo para defenderse de los ataques y las herejías, tuvo que organizarse en un sistema de doctrina y se presentó a sí mismo como la verdad que la filosofía griega había encontrado sólo a medias. Identificó en este primer periodo filosofía y religión. La filosofía cristiana nace en el siglo II con los Padres Apologetas (defensores de ataques y acusaciones). El principal Padre apologeta fue Justino que nació en Palestina y residió en Roma. Otros Padres como Irineo e Hipólito polemizan contra las sectas de gnósticos.

4.    La patrística en los siglos III y IV
Este periodo se extiende desde el 200 al 450 aproximadamente. Se consolida la doctrina cristiana bajo una base lógica sólida. Contribuye la escuela de Alejandría fundada por Panteno en el 180 convirtiéndose en academia cristiana. También la escuela de Cesárea en Palestina fundada por Orígenes y que llegó a ser la sede de biblioteca más rica en toda la antigüedad cristiana.
5.    La educación en el periodo patrístico
Los padres orientales aprovecharon la educación clásica y la integraron a la educación cristiana. Los padres latinos  se oponían a toda clase de enseñanza pagana. La cultura medieval se concentró específicamente en los aspectos espirituales negando en la educación todo aquello que pudiera distraer la atención de la meditación interior y empezar a preocuparse por lo externo, corpóreo o terreno. La obra de Marciano Capella Las Bodas de Mercurio y la Filosofía fue utilizada como texto de la instrucción medieval reduciendo las artes liberales a siete, eliminando medicina y arquitectura por ser elementos terrenos y corpóreos. En la lógica se adoptaron los textos de Severino Boecio rescatando la lógica  aristotélica y estoica. En el siglo VII comienza el periodo más oscuro de la historia medieval. Isidoro de Sevilla compone una serie de obras para las escuelas monásticas y episcopales tituladas Etimologías y Orígenes, una especie de enciclopedia de veinte libros donde esta condensado todo el saber del tiempo.

II.            San Agustín

 San Agustín abordará los tres problemas de modo absolutamente nuevo y original, habiendo intuido la inanidad de tratarlos en forma puramente conceptual y la necesidad de poner al descubierto su verdadero significado sondeando ante todo las honduras de nuestra conciencia.
Al empezar los Soliloquios, una de sus primeras obras, San Agustín declara: “Quiero saber de Dios y del alma”. Al mundo de la naturaleza  San Agustín volvió la atención sólo ocasionalmente y a propósito de los problemas concernientes a la naturaleza de Dios y del Alma.
El hombre no podría dudar si no tuviese en sí la verdad, que la duda misma le revela y confirma. Y la verdad es Dios.
Dice San Agustín: somos hombres, creados a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto podemos amar la verdadera Eternidad, la eterna Verdad, el eterno y verdadero amor.
San Agustín aborda los problemas del mundo natural a propósito de la creación. En cuanto es el ser, Dios es el fundamento de todo lo que es.
Y las cosas naturales, precisamente por haberlas querido Dios así como son, son todas buenas de por sí, todas ellas ostentan en sí una cierta huella divina y todas son Ser, Conocer y Querer como nosotros mismos, pero con un diverso y a menudo mínimo grado de claridad.
Desde cierto punto de vista, la filosofía entera de San Agustín es una filosofía educativa. Dudar y resolver dudas, iluminar la fe con la razón y la razón con la fe, haciendo hablar al que San Agustín llama el “Maestro interior”, es decir, la Verdad misma que es Dios, es ya un proceso de formación humana y por lo tanto de educación en el significado más amplio y profundo del término.
El escrito de San Agustín titulado El Maestro parte de este concepto. El saber no pasa del maestro al discípulo como si este aprendiera lo que antes ignoraba; la verdad se halla presente por igual tanto en el alma del discípulo como en la del maestro; la palabra de éste no hace más que volverla explícita, hacer que resuene con mayor claridad.


III.           La educación en la edad media y la alta Escolástica
Esta obra de reconstrucción cultural fue realizada casi exclusivamente por el clero. Los siglos VI y VII  poco o nada habían dejado subsistir de las instituciones escolásticas.
Se construyeron escuelas en las instituciones religiosas, formaron escuelas monásticas, parroquiales y catedráticas. Por otra parte, la escasez de maestros  y lo difícil que era recibir una preparación adecuada,  hacían que a menudo en esas escuelas el profesor supiera muy poco más que sus alumnos.
La sociedad feudal se funda en las relaciones de fidelidad entre señor y vasallo, vasallo y valvasor, valvasor y valvasino.
Los feudatarios representan la fuerza militar de la sociedad y muy pronto constituyen sin más la única forma de organización política. El feudatario ejerce también la justicia y en general no tolera autoridades extrañas sobre sus tierras.
El mundo feudal no conoce otros derechos que los de la fuerza y la estirpe, corroborando este último por la tendencia a transmitir los feudos de padre a hijo.
La educación caballeresca no requiere conocimientos literarios, ni siquiera el aprendizaje del alfabeto y supone una severa disciplina moral, gentileza de modales y sentimientos refinados  capaces de apreciar  los valores religiosos.
En cuanto a las universidades tuvieron todas las facultades, que en aquel entonces correspondían a las artes liberales, o sea, derecho, medicina y teología.
Las vicisitudes de la Universidad de París son características del proceso por el cual las universidades adquirieron los privilegios que las defendían contra la intromisión de las autoridades.
A fines del siglo xv se contaban en Europa más de 75 Universidades. Por muchos siglos fueron el solo crisol tanto de la actividad científica como de la actividad intelectual en general, que sólo la época muy reciente, y por efecto de la revolución industrial, ha empezado a desenvolverse fuera de la vida universitaria.
Juan Escoto Erigena,  fue mucho más que un simple divulgador de teorías neoplátonico-cristuanas. Mucho más que la separación entre Dios y el mundo, hace hincapié en si intima correlación.
Los dialecticos confían en la razón para entender la verdad de la fe; los antidialécticos apelan a la autoridad de los santos y profetas limitando, la tarea de la filosofía a la defensa de las doctrinas reveladas.
San Anselmo replicó (en su Liber apologeticus) que para demostrar la posibilidad de pensar en Dios basta la fe de que tanto él como Gaunilón están dotados. Y si se puede pensar en Dios, se debe considerarlo necesariamente existente, pues no es posible negar que sea mayor cosa de todas. San Anselmo dice, que el pensamiento de Dios no es más que la fe en Dios.

IV.          Nuevos horizontes de la Escolástica en el siglo XX
En general, la escolástica se mantiene fiel al criterio de la filosofía griega: es verdadero el conocimiento que tiene por objeto la realidad del ser.
El mayor adversario del nacionalismo de Abelardo fue Bernardo de Clairvaux, para él la indagación de la filosófica es inútil; define las discusiones de los filosófos como “locuacidad llena de viento”, y reduce la más sublime filosofía a “conocer a Jesús y su crucifixión”. Bernardo es el iniciador de la mística medieval, o sea de aquella tendencia del pensamiento medieval que tiende a aproximar el hombre a Dios no ya mediante la especulación filosófica racional (como lo hace la escolástica), sino mediante el ejercicio de los poderes conferidos directamente al hombre por las gracias divinas.

V.           Las culturas Árabe y judía

Los árabes, conquistados en el siglo VII Persia, Mesopotamia y siria, entran en contacto, con el pensamiento griego, contacto que es indirecto: los textos aristotélicos eran traducidos del griego al siriaco y del siriaco al árabe. Además, conocieron un Aristóteles ya interpretado y comentado por los neoplatónicos. En Bagdad surgió un centro importantísimo de estudios que florecía. La cultura helenístico-cristiana, asimilada por los árabes, a continuación de la fundación del califato de córdoba, es trasplantada al mundo latino. Los árabes, inteligentes asimiladores más que originales creadores, se esfuerzan en conservar el patrimonio de la ciencia antigua. Su interés reside preferentemente en lo científico y, en efecto, son dos cultivadores de la medicina los mayores representantes de la filosofía árabe: Avicena y Averroes.

La filosofía árabe puede dividirse en dos grandes sectores: el de oriente y el de occidente. El primero tuvo como centro a Bagdad. Fueron sus representantes más importantes alkindi, alfarabi en el siglo x, y sobre todo, Avicena (980-1037), filósofo, teólogo y médico, autor de la importante obra al-Schefa, una especie de suma de su filosofía, de inspiración aristotélica, también de la llamada metafísica de Avicena que ejerció gran influencia en el medioevo, del canon de la medicina y diferentes trabajos enciclopédicos.
VI.          La polémica contra el aristotelismo
Las obras físicas y filosóficas de Aristóteles con los respectivos comentarios de los filósofos árabes y judíos se traducen al latín a partir del siglo XII y abren un nuevo capítulo de la historia. La primera reacción es desfavorable. Los intérpretes árabes, cuya doctrina propia en un principio no se distingue con suficiente rigor de la original del Estagirita, habían acentuado los aspectos del aristotelismo que lo hacían aparecer como opuesto a ciertas creencias fundamentales del cristianismo. La tesis de la necesidad y eternidad del mundo, en particular, común a Avicena y Averroes, aparecía como contraria a la creencia en la creación y la libertad misma del hombre. Sólo después de repetidos intentos de acercamiento al aristotelismo y de vivas reacciones contra él, se llega al equilibrio de la síntesis tomista, en la que el aristotelismo se concilia a la perfección con el sistema de los principios cristianos.
VII.         El tomismo
El tomismo es la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Él integró todas las verdades de Aristóteles y otras verdades neoplatónicas, junto con los textos de las Sagradas Escrituras, creando una nueva filosofía teológica del Cristianismo. Esta originalidad de la filosofía del Ser, inspirada en la fe, con una teología científica, constituyeron la base fundamental del Tomismo. Tomás de Aquino, nació en Italia, a finales de 1224, fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores,  es el principal representante de la tradición escolástica, y fundador de la Escuela Tomista de Teología y Filosofía. Es conocido también como “Doctor Angélico” o “Doctor Común”,  es considerado santo por la Iglesia Católica. Su trabajo más conocido es la “Suma Teológica”, tratado en el cual pretende exponer de modo ordenado la doctrina católica. Canonizado en 1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudios católicos en 1880.El Tomismo plantea que la fe, que cree en la autoridad divina, y la razón que se basa en la demostración, son diferentes, no deben confundirse; tampoco son contradictorias entre sí, pues las dos proceden de Dios .El Tomismo tiene su filosofía basada en la disciplina de la sabiduría, científicamente da respuestas a las certezas naturales del razonamiento, a los principios del conocimiento humano y al realismo integral. Es la unificación de la verdad revelada y la fe, la razón natural y el sentido común. Todo esto sin llegar a ser “la filosofía cristiana”, ni necesario para ser cristiano, pero sí es importante como doctrina.

            VIII. La escuela Franciscana de Oxford
Rogerio Bacon: Fraile franciscano, alquimista y místico, experimentador y teólogo, precursor de la ciencia moderna, su experimentalismo desemboca en misticismo, nació en Inglaterra entre 1210 y 1214 y murió en 1292;  se planteó la elaboración de una enciclopedia de las ciencias, considerando a la metafísica como la ciencia que encierra los principio de todas las demás. Consideraba que las ciencias filosóficas se dividían en matemática, física y moral. La gramática y la lógica eran partes accidentales de la filosofía. Exaltó la utilidad y el valor de la ciencia experimental, pero no llegó a poseer ni  a poner en práctica el método experimental. Sostenía que las fuentes de conocimiento son la razón y la experiencia. La experiencia externa es la fuente de las verdades naturales y la experiencia interna de las verdades sobrenaturales (vía mística, conocimiento extático). Atribuyó el máximo valor a la investigación experimental y a las matemáticas el fundamento y guía de esa investigación.
Juan Duns Escoto: había reconocido en el aristotelismo  el ideal de una rigurosa ciencia demostrativa y por eso se había servido de él como criterio limitativo y negativo de la investigación escolástica. Destacó la heterogeneidad entre las ciencias y la teología, dos dominios que la escolástica se había esforzado por juntar y conciliar armónicamente y que desde él su escición se ahondó irremediablemente.

Guillermo de Occam: La gran figura que cierra la escolástica es Guillermo de Occam nacido en 1290 en Occam  Inglaterra y murió en 1348 o 1349. Occam es de un empirismo radical que desquiciaba desde sus bases el realismo predominante en la escolástica y sostiene que todo lo que traspasa los límites de la experiencia humana no puede ser conocido ni demostrado por el hombre. Para Occam las verdades sobrenaturales como los artículos de fe no pueden ser demostradas, ni se les reconoce ninguna evidencia ni probabilidad. Aristóteles había negado la infinitud del mundo, Occam poseía el concepto de infinito que es la base del cálculo infinitesimal de la matemática moderna y se adelanta a Locke en el siglo XVII al decir que lo que conocemos de la sustancia son sólo sus cualidades, que se nos manifiestan en la experiencia sensible. Sobre el concepto de causa se anticipa a Hume, pues insiste en la diversidad entre causa y efecto y la única ligazón posible entre ellas es la experiencia. Afirmaba que el poder del papa debía ser ministrativus y no dominativus, dirigido no a dominar sino a servir a los fieles y a garantizarles la libertad espiritual que la ley de Cristo vino a perfeccionar. Un papado rico, autoritario y despótico era para Occam la antítesis del ejemplo de Cristo.





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